¿Qué significa en realidad la
fotografía instantánea? Nuestra pregunta tiene como punto de partida la muestra
“Realidades instantáneas”, organizada por la Fundación Telefónica de Venezuela
y la Sala TAC del Trasnocho Cultural entre el 10 de septiembre y el 25 de
octubre de 2015 en Caracas. La muestra, conformada por alrededor de seiscientas
fotografías y curada por Sagrario Berti, se planteó un mapeo preliminar de los
usos y significados, tanto artísticos como domésticos de la instantánea[1].
Obviamente, con esta premisa sale a relucir el problema de la imagen y el
tiempo, su aceleración o ralentización analítica.
Para los aficionados, la fotografía
instantánea tenía el atractivo de simplificar el proceso, gracias a que la
película era autorevelable, ahorrando la utilización del laboratorio o cámara
oscura. El principio técnico de este procedimiento fue descubierto por el
científico estadounidense Edwin Herber Land a fines de la década de 1940,
método que se popularizó más tarde hacia los años sesenta.
Los registros que se encuentran en la
exposición “Realidades instantáneas” abarcan diversas situaciones y parámetros
visuales, en unos casos concentrados en la imagen fija y autónoma; en otros
sometidas a un régimen procesual referido a una idea o acción. Hay
documentación de performance,
fotonovelas, álbumes de bitácoras, script cinematográficos, pruebas de
encuadre, testimonios de festejos familiares, documentos de identidad, etc.
Para cada caso, el tiempo transcurre de manera diferente, lo cual incide en los
modos en que se manifiesta y percibe la inmediatez de una foto hecha "en un instante para durar toda la vida".
La verdad es que todas las fotografías
son instantáneas, pero sólo en algunas el tiempo de aparición de la imagen es
lo suficientemente rápido como para suponer algún tipo de “magia”. Dicha
rapidez, directamente asociada con la velocidad con que la imagen se
inscribe en la placa sensible, puede verse atenuada por la forma de organizar
el registro e incluso generar una sensación de retroactividad que contradice la
propia naturaleza del medio.
Pedro Terán en sus polagrams, por ejemplo, propone una
geometría progresiva fundada en los registros sucesivos de un mismo elemento,
mientras Giuliano Bartolozzi sugiere un desplazamiento que se desarrolla dentro
de la propia imagen. En el primero, la matriz del movimiento esta en la
superposición secuencial de varias tomas, en el segundo es la traza facetada
del gesto. Es decir, para uno la duración se basa en la consecutividad de
varias instantáneas, mientras para el otro reside en la captación del acontecer
en una sola imagen. En estos casos como en aquellos que le son
generacionalmente afines (Claudio Perna, Roberto Obregón, Héctor Fuenmayor) hay
una dialéctica precinemática que detiene el opticalismo de las proposiciones
cinéticas, inclinándose a una visión más intelectual que fisiológica del
tiempo.
Siguiendo con la idea del tiempo en la
imagen instantánea, llama la atención que muchos de los artistas afiliados a la
vertiente conceptual, la utilizaron para remarcar la idea de proceso,
especialmente cuando se trataba de registros de acciones (Diego Barboza,
Antonieta Sosa, Yeni & Nan). Aquí el uso de la instantánea se prolonga como
testimonio de un acontecer. Se busca la plasticidad en cada toma pero prevalece
el concepto de la totalidad del evento.
Otro ejemplo es el de los script cinematográficos (Solveig
Hooguesteijn, Diego Risquez) donde la instantánea funciona como acotación al
proceso de rodaje. Su uso posterior refiere un antes o momento previo en el continuoum de la filmación. Por otro
lado, Carlos Castillo se maneja en el tempo
narrativo de la fotonovela, con intervalos interrumpidos entre cada imagen y
dejando que el texto suelde el flujo de la historia. Aquí la instantánea
acontece buscando un desenlace progresivo en cada toma.
En otra categoría están los registros instantáneos que sirven de bosquejo previo a la foto definitiva (Fran Beaufrand, Carlos Germán Rojas), ya sea para un publicación artística, un catálogo de moda o una pieza publicitaria. Estas propuestas representan un “ya”, que no es definitivo, pues se trata apenas de indicar que la escena es propicia o que algo se debe corregir.
Un enfoque más concentrado en la
imagen única es el que se plantean algunos artistas cuyo trabajo más conocido
es eminentemente fotográfico como Ricardo Jiménez, Ricardo Gómez Pérez, Abel
Naim y Mauricio Donelli, quienes afrontan el medio con plena conciencia de sus
limites, pero buscando un resultado definitivo, cuidando el encuadre, la
iluminación y el foco.
Las únicas instantáneas “que no tienen reversa” (en el sentido temporal) son aquellas que en el ámbito de las actividades domésticas, especialmente las celebratorias, eternizan emociones efímeras a veces irrepetibles. Ellas son las que muestran el instante puro y simple de estar en un sitio o compartir con alguien, sin ninguna otra pretensión que poder contarlo o mostrarlo. Son escenas cotidianas, sin la mediación intencional de artilugios estéticos, donde el tiempo consumido durante el registro y aparición de la imagen están hechos "para durar toda la vida"
Hubo una época en la que se pensaba que las fotografías instantáneas desaparecerían inexorablemente dada la poca estabilidad de la emulsión de almidón, algo que seguramente desincentivó el uso profesional de la misma, excepto como trámite experimental o apoyo previo para tomas definitivas. Se recomendaba mantenerlas a resguardo de la luz, paradójicamente el elemento que las hacia posibles. La verdad, pese a la promesas de eternidad ofrecidas por la publicidad, es que las instantáneas no eran para ser conservadas, sino para disfrutar el breve momento en que la imagen se hacia visible. Estaban pensadas para el presente, no para la posteridad. No había futuro para ellas, o por lo menos era un porvenir menos glorioso que el de las copias en sales de plata. No había tiempo para ellas, sólo un pequeño lapso de euforia, mientras llegaba lo definitivo.
Pero el tiempo pasó y he aquí que nos
encontramos con un vasto archivo de registros instantáneos que han trascendido
los pronósticos (con los respectivos cuidados del caso). Fue el tiempo
suficiente para la aparición de otro tipo de instantaneidad sobre soportes
digitales. En la actualidad se toman millones de fotos de este tipo que van a
parar a las redes sociales o a la memoria de los computadores y dispositivos
móviles de sus dueños. Sólo que ahora, la velocidad de aparición y diseminación
de las imágenes es mucho mayor y el tiempo de su consumo inmediato se ha vuelto
cada vez menor.
Al final, la imagen instantánea es
sólo un fragmento ínfimo en un acontecer. El tiempo al que ellas remiten ya se
ha consumado como causalidad inconclusa y sin porvenir. No hay nada más, no hay
después, sólo el momento inmóvil y la amenaza de su desaparición física. Si,
porque si algo pone en cuestión el destino o finalidad de una foto instantánea,
es su incierta posteridad, como por lo general nos lo enseña el cine y el vídeo
donde el acto de ver acontece una vez que la imagen se ha disipado en el flujo
vertiginoso de las demás imágenes que vienen a ocupar su lugar fugazmente en la
retina del espectador. En definitiva, la exposición “Realidades instantáneas”
nos confronta al espectáculo de un tiempo indomable, detenido en un presente perpetuo que -como pensaba Giorgio
Agamben al referirse a lo contemporáneo-
siempre será “anacrónico”[2].
Caracas, septiembre de 2015
PS:
En
el libro “La Emergencia del tiempo cinemático. La modernidad, la contingencia y
el archivo” Mary Ann Doane (Cendeac, Murcia, 2012) advierte que lo relevante en
la fotografía instantánea como fenómeno precinemático es el espaciamiento y no
jerarquización de los intervalos[3],
algo determinante en la comprensión del tiempo. El vacío que hay entre una
imagen y la siguiente se torna extremamente significativo desde el punto de
vista narrativo, indicando en cada caso cuan vertiginosa o lenta puede ser la
percepción de un evento.
Un
buen ejemplo para reflexionar el asunto –me señala el artista Iván Candeo a
quien debo la referencia del libro citado más arriba- son los dípticos de la
serie Ligeras variaciones realizados
por José Ramírez en películas polaroid. Dos tomas de un mismo sitio, en
momentos, ángulos o distancias diferentes, abren la interrogante en torno a lo
que pasa entre un registro y el otro. Lo esencial en la percepción ocurre entre
lo visto y lo no visto, esas “ligeras variaciones” son las que marcan la
dinámica de la visión y del tiempo.
Otro
tanto sucede con Paisaje en el camino
de Luis Romero, Dulce Gómez y Eduardo Molina. En este trabajo, el tiempo
transcurrido en la vía, entre Caracas y Maracay, queda marcado en lapsos
caprichosos, pero que mantienen la unidad del acontecimiento. La idea del
viaje, la distancia recorrida y la impronta visual de ese periplo sobre la
película instantánea, configura una cronometría topográfica. Queda el enigma de
los momentos no registrados: ¿que pasó entre una toma y la otra? ¿qué hay en
ese intervalo ciego? Paul Virilio, para quien “la velocidad trata la visión
como materia prima”, al referirse a los experimentos cinematográficos de Georges
Méliès lo explica así: “Es el ‘entre
dos’ de las ausencias lo que hace visible esas formas”[4]
Lo
instantáneo, dice Mary Ann Doane (pensando en Walter Benjamin) “encierra la
promesa de la novedad” gracias a su “absoluta discontinuidad”[5].
Eso que falta o que está omitido destila tanta información como las imágenes
que emergen ante nosotros. De cierta manera, entonces, lo que comparte la fotografía
instantánea con el cine, la televisión y el video, es la búsqueda de “la
continuidad por medio de la discontinuidad”[6],
idea que ya estaba en las cronofotografías de Eadweard Muybridge y Étienne Jules Marey. Es
decir, para obtener el tiempo “global” de la narración, su avance de un estado
a otro, se procede mediante la fragmentación, cada vez más “puntual” del instante. Digamos entonces que la
fotografía instantánea vendría a ser una tentativa -acaso utópica- para “ganar
más tiempo”.
Las
instantaneas en realidad hablan del tiempo gastado o, como afirma Richard
Hernández en un documental, “del tiempo que estamos perdiendo”. Hay, en algunos casos, un tránsito o tensión entre lo instantáneo (forma
inicial del registro) y lo simultáneo (forma definitiva de organización y
exhibición de las imágenes). En tal sentido, lo instantáneo (como inmediatez
irrepetible) se convierte en acumulación duracional.
Ante
una pregunta del público en uno de los foros de la exposición “Realidades
instantáneas”, Aixa Sánchez autora de uno de los textos del catálogo de la muestra,
enfoca el asunto del siguiente modo: "en la fotografia instantanea dijital
el tiempo es prácticamente compartido,
pues se intercambian y consumen imágenes en tiempo real, lo cual se debe a que
la foto se utiliza como una forma de comunicación”[7].
En la era digital, lo instantáneo se
ha vuelto ubicuo, se disemina en todas partes, como si ya no quedara tiempo
para más. Los intervalos se han vuelto más cortos y la tesaurización de la vida
cotidiana (viajes, festejos, intimidad) parece imponerse como único
acontecimiento. Llegará el momento en que ya no habrá parpadeo, sólo un
torrente de imágenes fijas para pupilas en vigilia perpetua.
Caracas, octubre, 2015
[1]
Cfr. Realidades instantáneas
(Catálogo de exposición). Fundación Telefónica/Sala TAC, Caracas, 10 de
septiembre - 25 de octubre, 2015. Versión digital en:
http://www.fundacion.telefonica.com.ve/publicaciones/cat_realidades_instantaneas_web.pdf
[2]
Agamben, Giorgio. ¿Qué es lo contemporáneo?. En: Desnudez. Adriana Hidalgo
Editora S.A., 2011, pp. 17-29
[3]
Doane, Mary Ann. La Emergencia del tiempo cinemático. La modernidad, la
contingencia y el archivo. Cendeac, Murcia, 2012
[4]
Virilio, Paul. La estética de la
desaparición. Editorial Anagrama, Barcelona, 1988, pp 16-17
[5]
Doane, Mary Ann. La Emergencia del tiempo
cinemático. La modernidad, la contingencia y el archivo. Op. Cit, p. 306
[6]
Doane, Mary Ann. La Emergencia del tiempo
cinemático. La modernidad, la contingencia y el archivo. Op. Cit, p. 311
[7]
Sánchez, Aixa. Foro en el marco de la exposición “Realidades instantáneas”,
Sala TAC, Caracas, 8-10-2015